martes, 14 de agosto de 2007

Happy days

Cuando Herrera conoció a Cross, sintió una atracción moderada pero repentina.
Cross tenía una forma particular de presentarse. Oscura, sensual y belicosa.
Cuando Cross hablaba no decía nada lo suficientemente claro ni brillante. Pero impactaba por su seguridad, como si estuviera siguiendo el hilo de algo que sólo él veía, y que por su tono dejaba la impresión de lo evidente. Además le gustaba exhibir su singularidad y oponerse a los pareceres que lo precedían. Cross era belicoso y soberbio, pero no sabía ser de otra forma y hacía muchos esfuerzos por ser quien era.

Cuando Herrera probó el horno de su nueva casa, después de haberse separado de Cross, depositó la asadera de vidrio azul sobre la parrilla de las hornallas y el vidrio explotó y se proyectó sobre su vientre, sin lastimarla. Herrera pensó que no era nada y que estaba lista para afrontar todas las pruebas por las que iba a tener que pasar.

Cuando Húsares conoció a Herrera, ella nadaba espalda en la pileta municipal y era otoño.
Cuando Herrera advirtió la mirada de ese hombre en el borde de la pileta, pensó que era un deportista y que tenía una bella espalda.
Húsares era redactor en un diario provincial. Un trabajo que no tenía ninguna importancia o casi.

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